El bosque nos cubre por completo, su sombra hace que nos despertemos lentamente, mientras de fondo nos parece oír el sonido de caballos.
Subimos la cremallera de la tienda descubriendo más de 20 caballos a nuestro alrededor, aprovechamos la ocasión para almorzar mientras jugamos con ellos.
Abandonamos el bosque entrando de nuevo en la carretera que nos llevara a la frontera Rusa, esta vez sin problemas en el puente.
Encontramos un montón de colas para salir de Georgia y también para entrar en Rusia, pero algo bueno tenia que tener ir con moto y es que puedes ponerte en un abrir y cerrar de ojos en el control de aduanas. Ademas todos los coches y camiones te animan a adelantarlos.
Después de rellenar papeles en Ruso durante 2 horas sin tener ni idea de lo que hacíamos, conseguimos entrar con la ayuda de la policia de la frontera.
Poco a poco vamos saliendo del gran valle donde están situadas las aduanas, la tierra se empieza a allanar dejando grandes cultivos a la vista.
Pasamos la tarde cruzando pueblos siguiendo la carretera que nos llevaba dirección el mar Caspio, intentando encontrar cajeros automáticos donde poder sacar rublos ya que en la mayoría de establecimientos no puedes pagar con la tarjeta.
Antes de morir de sed y de hambre conseguimos encontrar el cajero, allí en la misma calle hicimos una merienda/cena con la intención de poder aprovechar la luz natural para acampar.
Mientras el sol caía salimos de aquella pequeña ciudad mirando todo el rato el paisaje que nos rodeaba. Campos inmensos de trigo o algún otro cereal, que por suerte ya estaban segados.
No dejamos escapar la posibilidad de adentrarnos en uno de ellos para poner nuestra pequeñitas tiendas mientras un cielo tapado y nuboso le ganaba terreno al sol.
No os apuréis, faltan las nubes y sobra el sol porque la foto la tomamos la mañana siguiente
Sembla que les coses per Russia milloren… a veure si la resta del viatge es més fàcil.